La resonancia magnética es una prueba no invasiva de diagnóstico médico. En algunos casos es indispensable para obtener el diagnóstico exacto y para indicar el tratamiento idóneo al paciente. A pesar de la sencillez en la manera como se realiza esta prueba, existen sin embargo un número elevado de personas para las que someterse a una resonancia magnética puede suponer un escollo imposible de salvar: son personas que padecen claustrofobia. En este artículo vamos a ver cómo una paciente de Psicología Palma pudo superar este problema y llevar a cabo con éxito una resonancia magnética abierta para personas con claustrofobia.

La claustrofobia es una de las fobias mas comunes que se caracteriza por un miedo irracional e intenso a los lugares pequeños o abarrotados. Estamos hablando de una patología que no debe subestimarse pues puede afectar de forma severa a la calidad de vida de la persona que lo sufre y es necesario tomar medidas preventivas. En estos casos se recomienda la terapia cognitiva conductual para aprender a controlar y adaptarse a los síntomas.

Esta fobia, como cualquier otra, puede derivar en ataques de ansiedad. Esto ocasiona que el paciente esté siempre alerta y tema en gran medida llegar a sufrir otro ataque. Los síntomas que relatan los pacientes claustrofóbicos en estas situaciones son muy variados, en concreto mi paciente se quejaba de sequedad en la garganta, taquicardias, temblores, sensación de falta de aire hasta opresión en el pecho.  Cuando se imaginaba el momento de someterse a la prueba diagnóstica, sentía un gran temor a no poder permanecer quieta dentro de la cámara y necesitar de forma inmediata e imperiosa salir de ese “encierro”.

El caso es que muchos años de convivencia con el problema derivaban en que la paciente había ido adaptando su estilo de vida a su claustrofobia. Situaciones de la vida cotidiana eran sometidas a una serie de condicionantes: ascensor si, pero si no va muy lleno y si es lo suficientemente grande. Autobús si, pero si se comienza a llenar me bajo. Aviones si, pero solo vuelos cortos de máximo una hora de duración y por supuesto en pasillo (su sueño de pasear por las calles de Nueva York, un imposible!). En un coche, jamás en la parte de atrás y menos si se trata de un coche sin puertas traseras. Lugares públicos sí, pero siempre y cuando pueda estar muy cerca de una salida, para poder escapar a toda prisa por si acaso apareciesen los temidos síntomas. En fin, las cosas que la mayoría de las personas hacemos sin pensar, para mi paciente claustrofóbica debían antes ser sometidas al cumplimiento de una serie de requisitos estrictos antes de poder ser llevadas a cabo. Estos comportamientos pueden llegar a convertirse en limitantes ocasionando que el radio de acción cada vez se vaya haciendo más pequeño.

Empezamos a trabajar y en un total de 8 sesiones logramos aclarar los puntos clave para entender de qué se trata el problema y cómo poder llegar a ganar control sobre el. Hablamos de los factores biológicos, psicológicos y sociales para tomar consciencia de las fortalezas que estaban presentes. Hablamos de la respiración y de los efectos que produce una respiración poco profunda. Hicimos una jerarquía de las situaciones temidas en la que el escalón más alto lo ocupaba la terrible prueba diagnóstica. Así pues, empezamos poco a poco a exponer a la paciente de cara a sus miedos mediante ejercicios previamente acordados en los que íbamos progresivamente aumentando el grado de dificultad.

Así, llegó el día en el que la paciente recibió la cita después de varios meses a la espera y después de mucho vacilar sobre si sería capaz de lograrlo o no!

Es así como a continuación la propia paciente narra su experiencia:

“Por fin llegó la fatídica llamada. Ya tenía hora para la resonancia magnética “abierta”.

¡Abierta! ¡Nunca habrá un aparato lo suficientemente abierto para hacer una resonancia!

Llevaba varios meses preparándome para la ocasión. De la terapia saqué en claro fundamentalmente dos cosas:

1.- La ansiedad se dispara a partir de una idea de tipo irracional.  Si aprendemos a reconocer cuáles son esas ideas irracionales podremos mantenerla a raya, aunque lleven largo tiempo viviendo en nosotros, aunque parezcan adheridas a nuestra mente como un denso gel pegajoso.

2.- La ansiedad sólo son los síntomas. Una vez aprendamos a reconocerlos y seamos conscientes de que estos no representan un peligro en sí, es posible aprender a manejarlos, evitando que la ansiedad aparezca en situaciones en las que no hay un peligro real.

Suena fácil ¿verdad? Pues llegaba la oportunidad  de vivirlo en primera persona.

Adquirí nuevas herramientas y potencié otras, sobre todo la respiración.

Según se acercaba la fecha mis pensamientos matinales, aquellos que surgen como un destello en el instante en que abandonas el sueño para incorporarte a la otra vida, iban cambiando.

De un “anularé la cita”, pasando por un “voy a ver cómo es” y por un “voy y ya veré si entro”, llegué al “sí, voy, tengo que hacerlo. Por mí y por los que me apoyan”.

Y ahí estaba yo, como cordero que iba al matadero.

Me administraron un ansiolítico que sumado a las horas previas de relajación, meditación y visualizaciones hicieron que me sintiera francamente bien.

Cuando entré la amabilidad y paciencia del técnico me tranquilizaron un poco más. Ni siquiera cuestioné la mascarilla.

Y ya estaba dentro. (“No abras los ojos en ningún momento”) En realidad, no estaba siendo para tanto. Mi respiración respondía tal como la había adiestrado, evitando que la mente se independizara e hiciera de las suyas. Hasta conseguí hacer música con los sonidos del aparato. Tambores africanos y txalaparta.

Cuando salí, supe que había subido el enorme primer peldaño de la escalera que se sitúa frente a mí, cuyos siguientes escalones son cada vez más bajos.

Puedo hacer lo que me proponga, si me preparo para ello. ¿Qué tal empezar a pensar en un vuelo de 8 horas?

Al día siguiente, Día del Libro, en vez de uno me compré dos.”

Claramente nunca podríamos afirmar que en mi consulta logramos curar la claustrofobia en 8 sesiones de psicoterapia. Sin duda, a mi paciente todavía le queda mucho camino por recorrer. Lo que si podemos afirmar es que después de 8 sesiones de psicoterapia la paciente a aumentado su tolerancia hacía sus síntomas de ansiedad y ha aprendido a ver el problema desde una perspectiva más positiva y esperanzadora.

El haber superado esta prueba supone para la paciente un subidón de autoconfianza y autoestima. En cuanto al manejo de sus síntomas de ansiedad y de su claustrofobia se sitúa ahora en un punto de partida mucho mas favorable, del que por que no, a lo mejor se ánima a hacer ese añorado viaje a Nueva York…